Todos en algún momento de
nuestras vidas hemos formado parte de algún grupo, colectivo o asociación.
Somos enriquecidos en función de lo que nos relacionamos, de lo que ofrecemos,
de lo que compartimos. No somos islas separadas, sino arrecifes de coral unidos
unos con otros, fuertes, bellos y singulares.
Ahora es tiempo de afinar más lo
que hacemos y el porqué de nuestras motivaciones. No hay que aislarse del mundo
porque este sea muy deprimente o no nos guste, sino conectar con la verdadera
realidad que somos y empezar a vivir desde ahí, transformando lo que hay a
nuestro alrededor, hasta llegar a una sociedad de armonía y equilibrio. Es
nuestro objetivo y hacia lo que vamos en nuestro desarrollo como esferas de luz
en cuerpos de carbono.
Todos necesitamos momentos de
recogimiento y de nutrición con nuestro interior, conectando con nuestra
fuente, y para ello necesitamos estar solos. Es un viaje personal y privado.
Pero después llega el tiempo de ofrecer eso, de llevarlo al mundo, de permitir
que nuestra personalidad mute y se amplifique, albergando más aspectos y
percepciones de uno mismo. Pero no confundamos esto con vivir separados del
mundo. Todo tiene su tiempo. Hay un tiempo de soledad y un tiempo de compartir.
No se puede vivir aislado sin relacionarnos con nadie ni desbocados llenando
nuestra agenda de miles de compromisos y teniendo miles de amigos para evitar
sentirnos a nosotros mismos. El camino del medio siempre es el más adecuado.
Cuando profundizamos y vivimos
nuestra privacidad muchas veces existe una confusión generada por el ego de
reservar eso a nuestros momentos “privados” y no incluirlo como un elemento de
enriquecimiento para nuestra vida “pública”. Todo lo vivido en momentos de
interiorización ha de transformar, enriquecer y amplificar nuestra conciencia
presente, nuestra forma de estar en el mundo, de vivir nuestra vida y
relacionarnos con todo y todos. Por esto, en este tiempo de disolución de los
velos, es requerida la conexión con nuestro ser interno, con nuestra verdad, y
así a cada uno se le mostrará su camino personal, y no porque alguien se lo
diga, sino porque lo verá con sus propios ojos, sintiéndolo como una certeza en
su interior..
Es un momento de gran riqueza y expansión.
Todas las luces empiezan a encenderse y cada uno empieza a emitir el brillo que
siempre ha sido. Es un tiempo de iluminación, porque la oscuridad se disuelve
al haber cumplido su objetivo. Es como jugar al laberinto, necesitamos paredes,
calles sin salida, esquinas cerradas. Todo es una carrera de obstáculos. Al
llegar al centro, ya no necesitas los obstáculos, los muros caen, los ángulos
se disuelven, las trampas desaparecen, porque a pesar de todo, has seguido
adelante, saltando miedos y superando limitaciones, hasta llegar al final. Estás
en el centro del laberinto, y el entorno se ha transformado. Tu alrededor
empieza a vibrar como si estuvieras en un portal de tiempo, y la luz lo invade
todo. Estas siendo propulsado a otra dimensión, a otra percepción, a otro
mundo, en el mismo espacio físico, pero en una frecuencia distinta. Es la nueva
tierra.
Aquí existe otra forma de vivir,
de estar, de reaccionar, de sentir. Todo es mas completo, mas entero, más real.
Te das cuenta que lo anterior ya te empezaba a ir pequeño, te tiraban las
costuras, te sentías encogido en ocasiones, como un poco aprisionado.
Ahora respiras con toda tu
capacidad, hueles el aire, sientes el frescor, la fragancia, el espacio a tu
alrededor. Todo esta lleno, pero no te agobia. Te vivifica. Te expande. Te
llena de alegría. Te das cuenta que tus células
reconocen ese estado, aunque no tienes recuerdo consciente de haberlo vivido
con anterioridad. Sólo sientes que estas como más entero, más a gusto, más en
casa, más natural. Y desde aquí al infinito…
Se abren miles de opciones,
formas y maneras de expresarte como ser creativo individual y ofrecer tu
singularidad a todos lo que hay a tu alrededor. Todo te llena y te reafirma. Te
sientes pleno expresándote y ofreciendo la luz del amor que eres en un sinfín
de formas, colores y maneras.
En ocasiones eliges ponerte el
traje de boy scout y echar una mano a los que aun no están en ese lugar, les
ayudas en la manera que ellos lo permiten, a apartar un poco mas ese velo que
antes también te tapaba a ti.
Puedes moverte entre las
dimensiones y crear focos de luz en zonas menos iluminadas. Ya vives en varios
mundos al mismo tiempo, puedes ir alternando entre ellos. Es el humano
empoderado.
Entre todos estamos creando esa
nueva realidad, y va a ir tomando forma física en la medida que cada uno
realice su trabajo de corazón, lo que ama, lo que siente, lo que desea.
Cada uno encuentra su “misión” en
lo que mas le llena y ofreciéndola se enriquece y enriquece al mundo. Es labor
de todos, individual y conjunta.
Nuestro interior nos dirá cuando
es tiempo de una cosa y cuando de la otra, si nos abrimos a escuchar sus
señales.
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